miércoles, 12 de diciembre de 2012

005


Siguiendo con la casa de mis sueños
En el comedor teníamos una mesa de caoba tan grande, que a la hora de comer los cinco de familia teníamos espacio de sobra.
Los pies de la mesa eran cuatro patas torneadas y estas sujetaban una tabla alrededor de la mesa muy gruesa para poner los pies.
Cuando en las Navidades venía a cenar la familia de mi madre, se abría la mesa y nos sentábamos 15 personas o más.

En el aparador grande, a juego con la mesa caoba, había unos huecos de adorno. Mi madre tenia muchos detalles siempre puestos igual. Yo cuando limpiaba el polvo los cambiaba y mi madre los volvía a colocar como a ella le gustaba.
Cuando murieron mis padres, mi hermana al ser soltera se quedó algunas cosas, como la caracola. ¡Nos gustaba a todos!
Y el reloj de pared que dije anteriormente. Uno para cada hermano de mi padre. Su tía se los regaló a sus sobrinos.
Yo tenía 6 años cuando la tía de mi padre murió, pero recuerdo cosas de ella. Mi madre me mandaba a la casa de mi tía abuela,
que me quería mucho. Estábamos muy cerca. Nosotros vivíamos en el nº 35 y ella en el nº 37 de la misma calle.
Yo nunca tenía hambre y me hacía palomitas con la mazorca. Ponía una tapadera y saltaban…! Parece que lo estoy viendo ahora!...

Estuve muy enferma. Decía mi madre que supo de un medico muy famoso por la prima de mi padre comadrona.
Era muy caro para la situación de mi casa en esa época, pero mi madre me llevó. ¡El me salvo la vida sin cobrar nada!
Tengo la señal en el cuello, recuerdo de aquella enfermedad debido a las carencias de esa época.
También recuerdo mi llanto, cuando mi madre me llevaba a curar la operación. Resuena en mi cabeza lo que yo decía y debía de ser muy pequeña porque me llevaba en brazos:
!!!!No me lleves al hospitalillo!!!!  Era el hospital del niño Jesús. Tantos recuerdos de aquella mujer. ¡Mi madre tan valiente!

En el 36  hasta el 39 con las tres hijas, mi madre con las bombas se quedaba en casa. Avisaban las sirenas y ella no se iba a los refugios. Mi padre estaba en el frente y era maestro armero. Arreglaba las armas. Al ser cerrajero, le pusieron a este trabajo.
Mientras escribo me emociono. Son muchos sacrificios en esos años. Mi padre hablaba muy poco de la guerra. A veces comentaba los piojos, etc…

Siguiendo con la casa; Encima del aparador, estaba el espejo con marco a juego de los muebles.
Ocupaba de un extremo de la pared al otro. Anteriormente dije que no había agua en el interior de la casa. ¿Cómo podía estar
tan limpia? ¡Eso era milagroso! A la escuela llevábamos el pelo largo, brillante, con tirabuzones que parecían muelles.
Mi madre nos lo lavaba con jabón Lagarto y aclaraba con vinagre.
  
Los muebles me acuerdo que los limpiábamos con cera virgen. Los conservaron tan bien, que mi hermano al casarse se los llevo
a su casa por antiguos. Los compraron mis padres de segunda mano. Eran de una marquesa. Lo que más me dolió de la casa eran los inviernos, cuando mi madre iba a por el agua. Yo tenía uso de razón; Los días de nieve y hielo.
No era ella sola ¡Muchas mujeres hacían cola para coger el agua!. No había hombres para llenar los cubos de hierro para el agua.
En esa ocasión no era la fuente “La Rana”. Era un poco más abajo de nuestra casa. La calle Goicoechea, que ya no existe.
Me acuerdo del hielo que se hacia en el charco. Madrid es muy frio en invierno. La meseta más fría de las que conozco.
Hay que ponerse en la piel de la gente para entenderlo todo.

Siempre me he preguntado… ! Las cosas que hace una joven cuando  se enamora!
¡A veces no se piensa en las consecuencias cuando te enamoras.!
Mi abuela materna no quería que ayudásemos a mi madre con los cubos del agua. La decía; ¡Haberlo pensado!...
También iba mi madre al lavadero. No era rio. Estaba cubierto y con campo para secar la ropa. No recuerdo si era la guindalera,
o lo que ahora es el barrio de la Concepción. Como yo iba con mi madre sé que era muy cerca de nuestra casa.
Íbamos andando y volvíamos con la ropa ya seca. Era muy corriente ver a las mujeres lavando la ropa y cantando o comentando
lo que ocurría en Madrid. Decía mi madre, que cantar quita muchas penas y alegra el alma. ¡Si que daba alegría oírlas cantar!
Casi siempre iban  los días de sol y secaban la ropa en el mismo lugar del lavadero. Estaban los campos llenos de cuerdas.
Qué gusto ver tanta ropa tendida encima de la hierba. Ponían la ropa al sol ¡y se veía tan blanca.! Olía bien.
En el fondo de mi corazón, me alegra haber ido con mi madre a todos los sitios que me llevaba.
Hoy día si no lo hubiera visto no lo creería. ¡Ha cambiado todo tanto! Luego a casa con la ropa limpia.
Se lo digo a mis hijos. ¡Todavía siento el olor tan delicado cuando nos rebujábamos entre las sabanas!

En los talleres de modistas, se ponía mucho radio España. Ellas se aprendían las letras y las cantaban.
Creo que era costumbre en las modistillas ir a la pradera de San Antonio de la Florida vestidas de Manola o Chulapa. Allí había
un recipiente que tenía alfileres, donde introducían una mano. Si se pegaban muchos alfileres era probable sacar novio ese año.
En San Isidro también era costumbre ir vestidas a la fiesta de madrileñas o Manolas.

Mis seis tías, con mi madre siete, cuando jóvenes eran muy divertidas, alegres y también muy trabajadoras.
Iban a desfiles de modas y concursos de bellezas. Nunca concursaban, solo ver. Me comentaban mis tías, que en una ocasión
fueron a ver un concurso. Las siete estaban sentadas y el público aplaudiendo. Hicieron levantar a mi madre y la regalaron
un bonito abanico por guapa y su cabello bien peinado.

Mis padres no nos dejaban salir mucho. Íbamos poco a la escuela, porque teníamos que ayudar a lo que fuera en casa.
Yo nací en el 36 en plena guerra. La posguerra fue peor.

La escuela es imprescindible para las personas, pero siempre he pensado que en la casa se enseña lo más importante para los hijos; educación, comportamiento, etc. La calle te abre los ojos muchísimo.
Cuando mi madre nos dejaba salir, íbamos con las vecinas de nuestra edad a jugar.

Saliendo de mi casa, sin salir del Patio a la derecha, subíamos la escalera. Eran dos rellanos. Ya hablare del último piso.
En ese rellano, si era verano, jugábamos a las “tabas”. Estas eran con el hueso de la mano del cordero.
Como se comía poca carne, era difícil tener muchas tabas. Jugábamos en silencio porque la portera nos hubiera reñido.
El juego con los “bonis”, lo llamábamos así, son alfileres con cabeza de color.
Teníamos los “acericos”. Los hacíamos con papel de periódico. Eran cuadrados, cuantos más gruesos más bonitos. Los cuatro lados los llenábamos con alfileres por lo bonito que hacía  el color. Era un juego divertido, como una competencia entre niñas.
Los niños tenían también sus juegos. Las  bolas de color, “las canicas”, los cromos, etc.

El último  piso. 
Cuando nos dejaban, subíamos la escalera. Allí habían dos vecinas. Una de ellas tenía una escuela de baile y la llamaban
“baila botes”. Daba clases de baile. En las Ventas había mucha gente con gran cultura y en buena posición, como para mandar
a sus hij@s con el fin de que aprendieran los bailes regionales o flamencos.
También nos tocó ver el ensayo de una obra tan bonita como “La Danza del Fuego”. Esta señora tenía un hijo músico y cuando preparaban alguna obra de teatro nos dejaban estar con ellos y podíamos verles. Las niñas lo pasábamos muy bien.
En una ocasión pidieron a nuestras madres que nos dejaran ir con ellos al teatro. Era para una obra de zarzuela; "Agua, azucarillos
y aguardiente." y los padres dijeron que si. Fuimos al teatro para salir en el momento de la obra en que los niños saltaban a la comba
y el barquillero les daba barquillos. ¡Era buena gente esa familia!...

También en el patio se hacían bailes cuando celebraban alguna boda. Alquilaban un “Organillo”, se daba a la manivela y toda la música que en ese momento había, la teníamos allí; Tangos, pasodobles, charlestón, etc. etc….
Hacían para los mayores sangría y para los niños limonada. No había borrachos. Solo se veía alegría. También ponían bonitos farolillos. En algunas fiestas como la Virgen del Carmen, patrona de Ventas, hacían bailes e íbamos a ver. Con el tiempo las jovencitas también bailábamos.

Algunos domingos, cuando los abuelos o nuestros padres nos daban algún dinero, alquilábamos bicicletas y así aprendíamos a montar. Sé que estábamos una hora con la bicicleta, lo que nos cobraban  no lo recuerdo.
Otros domingos íbamos al parque de Retiro y alquilábamos patines con las ruedas de hierro. Eso era un negocio muy bueno para
el señor que nos lo alquilaba, porque había muchos niños usando esos patines. ¡Era una gozada el domingo que podíamos ir!
Las niñas de mi pandilla, mi hermana y yo, no disponíamos de dinero. Si nos lo daban lo disfrutábamos mucho.
¡De niños qué largo es un año!. Cuantas cosas se pueden hacer…

Aunque ayudábamos a nuestros padres, no teníamos ninguna responsabilidad.
Estábamos más o menos felices. La responsabilidad es de ellos.
Los míos fueron muy consecuentes y nos quisieron mucho.

  

jueves, 6 de diciembre de 2012

004


                                                           
¡Mi Madrid!
Mi casa de "Las Ventas", es la carretera de Aragón  nº 35 (ahora C/. de Alcalá), perteneciente a Canillas.
Mis padres se casaron en el año 1932 y cogieron provisionalmente la casita. ¡Esta parecía de muñecas!...   
Ellos pensaban con el tiempo cambiar a otra mayor. En la época en que se casaron, el taller les producía gastos que afrontar.
Tenían empleados y lo primero son los sueldos del personal. También los materiales.
La casa; Para entrar en ella había que subir un alto escalón. Tiene un portalón muy alto y ancho que de noche se cierra. Es el “patio".
En  este “Patio” al entrar, los primeros vecinos son 3 puertas a la derecha de la casa desde la entrada hasta el final. 
Frente a este, hay un hueco de unos 20 m/2. Allí vivía una familia al fondo y también un sitio de descarga de herramientas.
En este mismo lugar del final del “patio”, a la izquierda andando unos pasos, era un rellano de 6 m/2 cubierto. 
Frente la entrada vivía la portera del “patio”. A la izquierda de la portería, vivíamos nosotros.

En el momento que escribo, es como si viera la puerta de entrada. ¡Abro la puerta!. Hay un pequeño hall. 
A la derecha estaba la cocina. Esta es muy pequeña, sin agua ni desagüe. 
En verano había un hornillo que se encendía con astilla de pino, “teas” y carbón de encina. 
Por la mañana mi madre ponía el puchero. Era de judías, otros días lentejas, otro cocido. 
Hay una anécdota de mis padres, refiriéndose al cocido… Fué la casualidad. Mi abuela materna ponía cocido casi todos los días.
Era el mejor arreglo para los nueve hijos, que con los abuelos eran once de familia. Así todos se alimentaban bien. 
¡Pero mi madre estaba cansada de cocido!... Mi padre cuando se casaron la comentó: "¿Sabías que el cocido es lo que más me gusta?".  Él pensaba que ella  no sabría guisar por ser modista. Cuando mi madre lo supo creo que la dio un ataque de risa.
A nosotras también nos gustaba mucho el cocido. Esa anécdota se ha comentado con frecuencia en la familia.
Sigo con la cocina; Ésta tenia campana de obra para los humos. Los inviernos que son tan fríos, mi madre encendía la placa. 
Se usaba carbón piedra o de bola. Daba mucho calor. Había una carbonería detrás de nuestra casa en  la calle Siena,   
El W.C. era comunitario y estaba fuera, en el “patio”. Aunque no había agua, mi madre dio a luz  a los cuatro hijos en casa,
ayudada por la prima de mi padre, comadrona. A la izquierda del hall, había un perchero grande de arriba hasta el suelo.
Doy tres pasos y está la habitación de mi hermana y mía. ¡No había puerta!... Era cortina de color oro con ganchos imitando manos.
Esos adornos imitando "manos”, nuestra madre nos obligaba a limpiarlas con Sídol. Un limpia metales que existía en esa época
y también existe ahora.

En nuestra alcoba, había un mueble lavabo con espejo y la palangana. Debajo del mueble estaba la jarra de agua para lavarnos.
A los lados del mueble de madera, tenía unas asas para las toallas y una pieza blanca con flecos bordada de adorno para tapar 
la toalla. Nuestra alcoba, era también nuestro sitio de juegos “al  escondite”. Éramos muy juguetonas. 
Había un cesto de mimbre para la ropa sucia grande. Allí nos escondíamos. También en el armario de guardar nuestra ropa.
Era de pino color hueso con un espejo. Nos escondíamos en él y no sé si fué mi hermana o yo... lo volcamos. 
No se rompió el espejo, pero no lo podíamos levantar hasta que llego mi madre. ¡No nos pegaba! 
  
También nos escondíamos entre el somier y el colchón de lana. Como éramos tan delgaditas, mi hermana no me encontraba. Era con quien jugaba.
Ella era 16 meses menor. Tenía 6 años y yo 8.
Como esos escondites ya eran muy vistos, entrábamos a la habitación de nuestros padres y hacíamos lo mismo. Nos cansábamos de jugar. 
Salíamos al comedor, cogíamos la gramola, poníamos los discos de piedra 
del cantante de ópera Fleta, de Beethoven, Bach, Mozart y otros clásicos. 
Lo que más poníamos era el vuelo del moscardón, que tanto nos gustaba. 
Sin querer se rompieron casi todos los discos.

Mi madre cosía para la calle y a nosotras nos dejaba jugar mientras ella entregaba la ropa.  Una vez cogimos la máquina de fotos, e invitábamos a las amigas cuando salían de la escuela. Jugábamos a fotografiarlas, nos poníamos  posturas... ¡nos reíamos mucho todas nosotras!
Ellos con tal que no saliéramos, nos dejaban jugar.
La máquina fotográfica era de fuelle con placas de cristal. Esa máquina, ya no la usaba mi familia.
Mi madre también en un corto tiempo, puso un puesto de hilos en el mercado de Canillas.
Fuimos mi hermana y yo muy poco a la escuela. Era cerca de ese mercado. Tengo fotos de la escuela.
Nos fotografiaban con un libro en la mano. Recuerdo que a la maestra la llamábamos Dª Paz y en otro lugar estaban los chicos. 
Era Don Ambrosio. A veces nos daban unos bocadillos de sardinas, otras, nos llevaban de excursión. 
Tengo buenos recuerdos de esa escuela. Mis padres privadamente nos educaron muy bien y con mucho cariño.
La profesora conocía a mi madre, e iba a ella y le decía que nos portábamos muy bien. 
Hacíamos dibujo de adorno en el cuaderno cuando era historia y se lo quedaba la maestra. 
Mi padre estudió con su prima, que terminó la carrera de matrona, profesora en partos. 
Él no pudo terminar de practicante porque no tenía tiempo por el trabajo del taller. La guerra estropea todo.
      
Sigo con mi casa; Por tener solamente 45 metros la casa, al salir de la alcoba de mis padres, sin puerta, la cortina era como la de nuestra
habitación, todo igual los adornos dorados etc... Estaba el comedor. Era la pieza más grande. Una ventana muy hermosa. 
Debajo de ella, mi madre tenía su máquina de coser. “Singer” o “Alfa”. ¡No  me acuerdo bien! 
Nos asomábamos a la ventana. Frente a nosotros teníamos muchos vecinos, amigos. 
La calle era ancha y larga. A derecha e izquierda  había muchas casas. A la derecha estaba el taller de  mármoles.
Se escuchaba música desde mi balcón. Esos vecinos nos alegraban la vida.

Había un pianista con su mujer. Los dos invidentes. Él tocaba muy a menudo su piano. 
En ese mismo portal, vivía un matrimonio amigo de mis padres. Estos señores les invitó a su casa para que vieran un trabajo. 
Era un "futbolín", decía inventado por él. Tuvo tanto éxito en esa época como en la de ahora.
Al final de la calle había un colegio con muchos niños. Los balcones de la escuela hacían esquina a la carretera de Aragón.
Subiendo la misma calle a la derecha, como dije anteriormente, estaba el taller de mármoles y siguiendo ésta, 
había un campo con terraplenes.
Cuando de niños salíamos a jugar, bajábamos  la cuesta y llegábamos al mercado de canillas.  
Si el camino lo tomábamos por la Carretera de Aragón, llegábamos al mismo sitio; El mercado de Canillas.

Había un pero; nos gustaba más ir por alrededor del terraplén ¡era más divertido!.
También nos pillaba mas cerca. Había una fuente que la llamábamos Fuente de “La Rana”.
Las niñas íbamos con los botijos de barro para el agua. Era muy buena  y “gorda”. Salía a raudales. 
Tenía un pilón grande, con un grifo en forma de Rana. He soñado muchas veces con la “Fuente de La rana”. 
Estaba el antiguo “ventorro”. También  el “Calero”. La "Calle del Arroyo” era del arroyo Abroñigal.
 
     
     

sábado, 1 de diciembre de 2012

003


De mi Madrid, ha cambiado muchas cosas.  
¡Ya desaparecieron los campos! La calle, Alcalde Lopez Casero era todo campo con terraplenes. 
Jugábamos tirándonos cuesta abajo del terraplén y rompíamos las bragas. 
Algunos domingos íbamos a la iglesia. La llamaban “Casita la virgen”, por los niños. Recuerdo ¡¡¡que cantaban como los propios Ángeles!!!. Ahora es el Barrio de la Concepción, aunque normalmente íbamos a nuestra parroquia del Carmen.
El parque Bami también era todo campo. Quitaron la vaquería de Ángel Gléz. Tejedor, donde mi madre traía la leche caliente 
recién ordeñada.
La calle José Villena, sigue igual, ¡pero no está la iglesia del Carmen!, que era donde nos bautizamos mi hermana, mi hermano y yo. 
Ahora la iglesia del Carmen está en Ricardo Ortiz.

Como dije anteriormente, al ser mi padre tan liberal no quiso bautizarnos hasta que fuéramos mayores.
Don Ángel, el párroco, conocía mucho a mi abuela paterna y a su hermana. Ellas para semana santa, hacían de las palmas 
obras de arte y se lo regalaban a la madre del párroco, porque había mucha amistad y vivían frente a mis familiares.
Mi abuela y su hermana iban a misa, mi padre no. Ellas eran religiosas y practicaban. Mi madre también era muy religiosa, 
aunque no practicaba.
El párroco le dijo a mi padre que nos veía en misa y que nos bautizara. Mi padre nos lo preguntó: "¿queréis ser bautizadas?
¡Dijimos que sí! muy contentas y también, porque  teníamos un hermano que nos hacía mucha ilusión. Fuimos bautizados los tres hermanos a la vez; yo con 8 años, mi hermana con 6 y mi hermano con 2 meses. Fue muy raro bautizar a mi hermano sin esperar 
a que fuera mayor de edad. Era porque mi madre deseaba el bautizo de los tres hijos. Eligieron padrinos y me acuerdo del padrino, que fué el mismo para los tres hermanos. Mi madrina fue una hermana de mi madre. Mi tía tenía 18 años cuando me bauticé 
y todavía vive. Ahora tiene 86 años y es la pequeña de los 9 hermanos. Hoy día, todavía recuerdo los detalles de nuestro bautizo 
y el chocolate que se dio a la familia.

     
Tuve otra hermana que nació 4 años antes que yo. Murió en el año 37 en un incendio provocado por un brasero eléctrico. 
Yo tenía siete meses y estaba en esa cama. Se me quemó un brazo solamente.
La enterraron en el cementerio Civil,  por no estar bautizada. ¡Ahora no sería así!...

Según nos decía la familia, mis padres nunca pudieron hablar de la Tragedia. 
En casa era “Tabú”.
Mi madre salió a por el agua y la dejo sola jugando. El babero se le prendió, se fue corriendo para apagarse el fuego con la ropa de la cama. Por esa razón me queme yo, según dijo la  niña que hablaba mucho, pues era muy lista. Murió ocho días después. Todavía no había penicilina.
Mis tíos por parte de madre y de padre alguna vez hablaban de ella, contando anécdotas de la niña. Decían que era muy guapa, de pelo negro. Se parecía a mi madre que fue muy guapa, con el pelo a media espalda recogido con un moño.
Todos los días iba la peluquera a mi casa. Ella no podía peinarse como le gustaba. Se había acostumbrado a que mi abuela la peinara cuando fue soltera. Siempre la conocí impecable con su cabello.

Recuerdo haber ido con mi madre al cementerio en que estaba el político Pablo Iglesias. Estaba a la entrada del cementerio 
y siempre había una flor roja encima de la figura. 

¡No quiero llorar!  Cuando los viejos lloran, se vuelven ridículos.
Las lágrimas no encajan en unos ojos caducos.

Fui varias veces con mi madre a ese cementerio civil para rezar a mi hermana. 
Yo la decía; "Mama... ¿porque no están todos los familiares juntos?"
Había que cruzar la carretera e ir de un cementerio a otro. Ella decía que era muy diferente, por ser cementerio Civil.
No me atrevía a decirla nada más, 
¡Tendría 6 años cuando recuerdo que me llevaba!. Seguro que fuí con ella mucho más pequeña, aunque no lo recuerdo.
Yo iba mucho con mi abuela materna al cementerio de la Almudena. Me llevaba porque decía que había obras de arte. 
Me extrañaba que fuéramos a distintos cementerios para ver a nuestros familiares. 
Los abuelos paternos tenían un panteón muy bonito, rodeado de “Siempre vivas”
Desde que pasó esa tragedia, estuvo una muchacha cuidándonos. Se llamaba Ascensión. La pagaría muy poco por ser vecina 
y recordando que era la posguerra, todo fue muy difícil. Unos años más y ya no hizo falta que la vecina nos cuidara. Siempre he pensado en esa vecina…
Como me bautizaron con 8 años, comulgue con 11. Tengo un diploma recuerdo de la primera comunión, del 3 de junio de 1947. 
Fui a la catequesis con una maestra de mi calle nº 49. Ella ayudaba a la iglesia.
También di catequesis con Dª Fabiola Mora de Aragón y su amiga Dª Pilar, que iban mucho a la iglesia del Carmen para ayudar.



A pesar de todo lo que ocurrió, fui feliz en la casa de mi infancia. ¡He tenido la casa más bonita de las que he vivido
a lo largo de mi vida!  ¡¡¡He cambiado de casas más de 8 veces!!! Y con calefacción como la de Aguilar de Campoo 
junto la Dehesa de la Villa, hasta que fui a navarra. ¡Pero  el principio de mi vida es lo que más recuerdos me traen!