¡Derribaron casas y negocios de Las Ventas!
Tenía yo todavía los 18 años en el año 1954. Cogieron mis
padres una casa en la calle de José Villena nº 31, semisótano.
Ahora para ir a
casa teníamos que cruzar la carretera de Aragón. Estaba justamente frente a la
peluquería. Nos cambiamos de domicilio, porque iban a derribar la casa de mis
sueños; “El Patio” del nº 35. También, derribarían la casa colindante llamada “La casa
grande” nº 37. ¡Se llamó siempre así!, porque era muy grande, con muchas
plantas y muchas viviendas. En ese edificio además de la casa de cuatro
plantas, había una vaquería y la taberna del señor Barragán. El siguiente
edificio se respetó. Le correspondían
cinco negocios. El primero se trataba de una peluquería de caballeros. El señor que lo
regentaba se hizo mayor, tenía dos nietas, y una de ellas puso peluquería de
señoras. Eran vecinas y amigas nuestras. Luego estaba un zapatero que tenía mucho
trabajo.
En mi época, nos poníamos las jóvenes tacones finos y altos. Se
estilaban los llamados de aguja y las medias con la costura detrás, hacían las
piernas muy bonitas. Este zapatero nos arreglaba el calzado, los tacones se
estropeaban y también se ponían las llamadas medias suelas a los zapatos.
Después de este zapatero estaba mi
peluquería, después la tienda de caramelos y la panadería
Quedarían en
pie de momento los cinco negocios. ¡Podíamos seguir trabajando! A los vecinos de la casa 35 y 37 que expropiaron, les fueron dando otras casas
por los extrarradios de Madrid, Vicálvaro. Los que no quisieron ir tan lejos,
nos indemnizaron. Nosotros seguíamos en las Ventas. Nunca quisimos salir de
nuestro barrio, por esa razón con lo
ahorrado y también con lo que recibimos por el derribo, nos trasladamos a la calle
de José Villena.
A mi hermano, le gustó ser peluquero.
Era el año 1956.
Yo tenía 20 años, mi hermana 18 y mi hermano ya tenía los 12 años. Él
no quiso seguir sus estudios y mi padre
le pregunto; ¿Qué quieres hacer?...
¿Quieres ser mecánico como yo?.
Mi
hermano prefirió ser peluquero como nosotras. Mis padres lo dejaron a mi cargo
por ser yo la mayor. En la pubertad es difícil controlar a un niño, pero yo tuve la
suerte de que a mi hermano le gustó mucho la peluquería y también lo que le enseñaba.
Como era pequeño, algunas señoras decían; ¡En este oficio se afeminan los hombres! A él le hacía gracia y las decía que no tenía nada que ver el oficio. Me gustaba mucho su comportamiento con las mujeres, era alegre y respetuoso. Pienso que fue demasiado obediente para la edad en que empezó a trabajar con las dos hermanas. No hacía falta decirle haz esto o aquello, él sabía lo que había que hacer, estaba mirando todo lo que hacíamos. ¡Necesitaba aprender!
Como era pequeño, algunas señoras decían; ¡En este oficio se afeminan los hombres! A él le hacía gracia y las decía que no tenía nada que ver el oficio. Me gustaba mucho su comportamiento con las mujeres, era alegre y respetuoso. Pienso que fue demasiado obediente para la edad en que empezó a trabajar con las dos hermanas. No hacía falta decirle haz esto o aquello, él sabía lo que había que hacer, estaba mirando todo lo que hacíamos. ¡Necesitaba aprender!
Recuerdo
que mi padre al dejarlo a mi cargo me dijo; ¡Si tienes que darle un cachete se
lo das de mi parte!.
Mi padre no nos pegó nunca. A mi hermano tampoco le hizo
falta darle un cachete. Ayudó mucho durante el tiempo que estuvo con nosotras.
Fue a la escuela de peluqueros y estuvo casi cuatro años en la academia. Estudió
dermatología para conocer todo lo que interesa saber sobre el cuero cabelludo.
Cuando salía de la escuela profesional, practicaba en nuestra peluquería. Mientras tanto pensábamos; ¡Que haremos cuando
toque derribar los cinco negocios que faltan! Los tirarían para el año 1.969.
La casa era muy vieja y la dueña nos lo iba
diciendo.